Pierina Orihuela Sánchez

Octubre 03, 2014

Pierina Orihuela Sánchez fue parte del equipo inicial de Fortezza, estuvo decidida a ser parte desde la idea creativa, hoy vive en Valparaíso, su ciudad natal, sin embargo, sigue teniendo su corazón en Fortezza, en el contexto de nuestro 20 años quisimos recordar la historia a través de ella.

¿Cómo empezó su relación con Fortezza?
Yo llegué a Coquimbo sin trabajo, cuando lo encontré fue en un jardín “Fuerte Alegría” ahí comenzó todo, dentro de ese jardín había un cede inclusiva pequeña llamada “Fortalece”, eran poquitos niños, estuve dos años y posterior a eso Fortalece iba a desaparecer, se acababa ese jardín para los niños. Fue ahí cuando las mamás se unieron y crearon el “Fortezza”, entonces una vez que ya tenían el proyecto en pañales, pero bien definido, me llamaron para saber si quería trabajar con ellas en este gran proyecto.
Yo soy asistente de párvulo, en ese momento me sentí feliz, ya estaba súper encariñada con los niños del jardín que eran los mismos que iban a crear Fortezza así es que ni siquiera lo pensé y de inmediato me sume a trabajar con ellos.

¿Una vez creado el centro cómo funcionó su labor?
Bueno, éramos la Luz María y yo las que estábamos al cien en el Fortezza, porque había otros profesionales pero que trabajaban de manera ambulatoria, iban unos días a la semana, pero las que estábamos ahí desde comienzo a fin éramos Luz María y yo, éramos pulpos. Luego, al año siguiente llegó Claudia y tuvimos ayuda de otras personas en el trayecto, sin embargo, cuando yo me vine no recuerdo haya habido el equipo que hay ahora, ósea un equipo tan grande como lo hay ahora, no alcance a trabajar con más tías, de hecho, cuando yo me vine a Valparaíso tuvimos que hacer entrevistas para dejar a más personas en Fortezza. Habían niñas que llegaban y ni siquiera duraban toda la jornada, yo no lo podía creer porque para mí es tan mágico el trabajo ahí y nunca se me hizo difícil, claro tuve momentos difíciles con niños que eran un poco más complicados pero yo creo que va en la pasión que uno le ponga, yo siempre he dicho: hay que tener dedos pal piano, hay que tener vocación porque o si no te asustas y sales arrancando, porque yo lo vi, o te enamoras y te encantas y ya no te puedes mover más como le pasó a la Claudia, los primeros días se iba llorando en la micro porque la carga emocional era fuerte pero después ya no hubo como sacarla de Fortezza, por más que quiso en algún momento buscar nuevos horizontes, cuando uno se enamora y se encanta ya no lo puede dejar.

¿Qué tipo de actividades se realizaban en los inicios?
Teníamos hipoterapia, la tuvimos siempre y también empezamos súper en pañales, muy autodidacta, yo en particular con un pavor a los caballos, pero uno de todo aprende, yo todo lo que sé me lo enseñaron los niños, me lo enseñó el trabajo con ellos. Yo llegué a trabajar con estos niños sin saber de diagnósticos, ni saber de libros relacionados con sus diagnósticos, llegué a trabajar con el corazón con ellos y aprendí con el corazón. Y yo creo que aprendí harto fíjate, no lo he desarrollado como probablemente podría hacerse, pero muchas veces se lo que un niño necesita sin tener mayores estudios, porque yo aprendí con ellos.
Entonces en la hipoterapia íbamos todos porque éramos poquitos, íbamos todos juntos en el auto de Luz María, después teníamos un furgón que nos llevaba. La negra siempre estaba dispuesta a trabajar también desde lo que era el cariño de ella por los caballos y por los niños.
Y también íbamos al Mall que era la actividad más grande que teníamos y un desafío, quizás ahora los niños son un poco más sociables que los de aquel entonces, ósea tienen más relación social, los que teníamos nosotros eran poquitos entonces no los sacaban a pasear estaban siempre en sus casitas, por lo que era un gran desafío estar pendientes de que ninguno se nos arrancará.

¿Qué es lo que más recuerda de Fortezza?
Los logros que podemos percibir solamente nosotros, que no ve el resto del mundo, sino que nosotros nos dimos cuenta que el niño fue capaz de poner la taza sobre el plato, por decirte algo y eso era celebrado, pero al máximo porque son logros súper importantes o que fuera y pusiera su plato en el microondas y le diera la vuelta, después abriera el microondas, sacara y lo pusiera en su lugar, todas esas cosas son muy importantes y que te llenan, uno sale llenita de amor.
¿Qué es lo que más rescata del trabajo del centro?
El amor, fíjate, el amor con que se trabaja, el amor con que se entrega, la importancia que le damos a los niños en su día a día, desde que llegan hasta que se van, enseñar, entregar y nosotros recibir, además de recibir ellos recibimos nosotros.
Por ejemplo una vez un niño que me agredió y al otro día llegó con un tremendo chocolate pidiéndome disculpas y yo sabía que a pesar del chocolate si él se volvía a descompensar probablemente me podía llegar otro manotazo, él estaba muy preocupado, porque ellos se descompensan y no se dan cuenta completamente de lo que están haciendo pero no por eso yo iba a dejar de cuidarlo.

¿Qué le causa ver el nivel de evolución que tiene actualmente el centro?
Yo no puedo explicar, el cariño, el amor que le tengo a ese centro, pero sé que está ampliado, que ya tiene muchas cosas que hacer, muchas asistentes y profesionales, ya es una rutina más acelerada como todo en esta vida, pero el amor debe seguir existiendo ahí y lo veo en sus publicaciones por ejemplo, veo sus publicaciones y me derrito. Ya son muchos profesionales, ya son muchos los niños, ya no estamos en una sala, pero estos cambios siguen beneficiando es lo importante.

¿ Cuál cree que es la principal razón de Fortezza?
El poder comunicarse, el poder ser autovalente, ellos van a quedar solos en algún momento, tienen que ser autovalentes, tienen que poder llegar a conectarse con la gente y por lo menos en los años que yo trabaje ahí, era lo que les enseñaba Fortezza, me imagino que ahora igual, es ayudarlos a vivir, a salir al mundo, un mundo que está cada vez más complicado, pese a que a ellos ahora los están incluyendo más que me encanta aún se necesita mucho.

¿Fue difícil empezar con este proyecto?
Mira yo mi práctica profesional la hice aquí en Valparaíso, en La Teletón, yo creo que es una de las razones por las que me consideraban para este tipo de trabajos de colegios con integración, no había trabajado con niños con autismo de edades grandes, entonces fue un desafío súper grande ver entrar al Tulio, por ejemplo y darme cuenta que no había comunicación verbal y el Daniel que ni siquiera podía mirar a los ojos, yo sufría con eso.
Una vez la Luz María me dijo que todo tenía que pasar por mi guata para hablarles a ellos, si tenía que mostrarles enojo, si tenía que mostrarle alegría, que fuera una sensación que yo me acordara de algo que me alegraba mucho, de algo que me daba mucha pena o mucho enojo y que de ahí saliera mi orden hacia ellos, nunca me voy a olvidar de esas primeras lecciones. Y un día Daniel le pega al Tulio, lo dejó llorando, eran chicos, chicos de 12 años y a mí me dio mucha rabia, me enojé, lo reté y lo primero que hago es decirle ¡Daniel! Y ahí nos miramos a los ojos por fin, fue amor a primera vista y de ahí nunca más hubo desconexión.

¿Si pudiera volver a Fortezza, lo haría?
Si, a ojos cerrados, yo los adoro. Quizás encontraría algo muy distinto, antes era yo la que daba todas las instrucciones, pero siempre lo he dicho volvería. Me encantaría mostrarle al mundo lo que es Fortezza
Yo rabeo donde trajo, “colegios normales”, vieras lo que sufro porque eso de escuchar que las educadoras cuando llegan niños con dificultad, prefieren decirle a sus papás que se los lleven antes de tratar de entenderlos, yo entiendo que en un mundo de 40 niños es difícil que la profesora le pueda poner atención a solo uno y las ayudantes de repente no están preparadas, pero se les puede enseñar, a eso voy yo, podemos aprender que hay que hacer frente a pataleta, por ejemplo, tirarlos fuera de la sala, contenerlos, retarlos, es tan fácil como aprender eso.

¿Hay alguna anécdota en especial que quisiera compartir?
Tengo muchas, pero ahora estoy en blanco, yo siempre llegaba a contar a mi casa lo que vivía con ellos, lo que reíamos, lo que cambiábamos, lo que se comíamos o no se comían, todo lo disfrute, cada una de las cosas que hicimos las disfrute al máximo, incluso con una tremenda guata de siete meses de embarazo, todos me cuidaban. Todo era disfrute inclusive las penas, la preocupación, las enfermedades fíjate que yo nunca me di cuenta de lo que había aprendido hasta que estuve afuera, la Luz María me enseñó tanto que soy todo lo que soy por ella, siempre lo digo.

Junto con el relato de Pierina vamos construyendo el relato de nuestros inicios, agradecemos sus palabras y su sentimiento de amor total hacia Fortezza.


Pierina junto a Luz María y la tía negra

Pierina junto a Danny, uno de los pioneros de Fortezza